La violencia contra las mujeres debe de dejar de ser considerado como un asunto privado, ya que además de ser un crimen es un problema social y público.
La violencia provoca, en las mujeres que la padecen, un gran sufrimiento y deja huellas en su salud física, emocional y mental.
Provoca trastornos en la conducta y dificultades en el aprendizaje de los niños y adolescentes, aunque no lo padezcan en forma directa. Las niñas y niños que aprenden modelos de relación violentos tienden a reproducirlos en sus futuras relaciones perpetuando la violencia.